martes, 6 de agosto de 2019

Los limites de la cordera Por G.Cordera



MUJERES, PERDÓN.
A una semana de la gran explosión siento que fui el escenario de una guerra que no me pertenece, justo en el exacto momento en que había decidido dejar de luchar. Eso es lo más revelador de esta historia para mí. Queriendo dejar de luchar, fui el campo de batalla de una gran guerra de enorme trascendencia. Y quería dejar de luchar porque ya no creo en el castigo, creo en el perdón, creo en la aceptación. En un encuentro conmigo mismo había descubierto que necesitaba luchar más, solo aceptarme. Había decidido no castigarme más y no castigar, no enjuiciarme más y no enjuiciar, pero la vida tenía guardada una sorpresa para mí: tal vez necesitaba aún sanar muchos años en los que sí me castigué y castigué, me enjuicié y enjuicié y luché también contra todo lo que creía que me hacía mal.
Traicioné a mi persona que repudia toda clase de violación y ofendí al universo de la mujer, que es lo que menos hubiera querido hacer. Y para colmo, después de ver lo que había provocado, salí a defenderme torpemente como un boxeador que tira golpes erráticos mientras cae después de un inevitable nocaut. Y aunque siempre tomé mis errores como una luminosa comunicación con Dios, esta vez transgredí un límite por lo cual estoy profundamente arrepentido.
Con este episodio aprendí que las palabras son más condenadas que los hechos, al ver que sin haber violado a nadie, ni abusado de nadie, tuve una condena social más dura que un violador o un abusador. Vi cómo se condena al que dice, al que muestra. Mi estupidez, mi equivocación, mi grosería, mi representación estuvo en manos de mi personaje provocador que activó algo que estaba guardado en muchísima gente. Y pronto se mostró. Eso me ayudó a verme y saber que quien habló, no me identifica para nada. Yo quiero felicidad para la gente, no sufrimiento.
En esta semana leí y escuché mucho de lo que se expresó sobre el episodio. Y me di cuenta que no me estaban atacando a mí, estaban atacando a lo que dije. Y yo no soy el mensaje. Yo soy un canal, como todos los artistas del mundo. Pagamos por ser canales. No me identifico con lo que digo, sólo lo digo. Y en poco tiempo cambio para poder ver el mundo desde un nuevo lugar. Me contradigo, me equivoco y esa inestabilidad es peligrosa. Se confundió el artista con el provocador y lo que expresé en esa charla hiere, en tiempos donde hay tanta sensibilidad con el tema violación. Soy un tipo inteligente, pero mi inteligencia no pudo con lo que ocurre cuando abro el canal. Mi inteligencia no está cuando improviso. Mi inteligencia no pudo detener a mi canal de expresión y esa es mi condena. Es por eso que me hago responsable de ser un artista que no pudo mirar dónde estaba, este delicado tema merecía ser tratado en un ámbito académico y lo hice en un ejercicio con estudiantes de periodismo de espectáculos. No supe comunicarme. ¿Por qué tendrían que entenderme?. Lo que quisiera que la gente sepa es que cargo con una combustión emocional que me hace frágil ante la mirada de los demás y fácilmente condenable. Pero la condena fue brutal. Pocos cuidan a los artistas, los usamos, vivimos de ellos, disfrutamos de sus obras, pero cuando se equivocan no tenemos piedad de sus errores y equivocaciones por mas fuertes que sean. Llevo casi 30 años de música y de arte regalado al mundo. Cada piedrita de este universo que construí con amor me costó sudor y lágrimas. Cada uno que hace una carrera con una banda sabe perfectamente lo que es eso. Y ahora me encuentro solo frente a esta máquina viendo qué nos queda después de esta gran bomba. En este campo de batalla, lo que fui hoy yace muerto para mí, pero todo con el tiempo se repara. Aunque para que se repare es necesario abrir los ojos de la CONCIENCIA.
Lo que más pena me da son las ilusiones y los sueños de tantos seres queridos esfumándose entre mis manos. Eso me produjo un inevitable dolor porque esta vez se tuvo que teatralizar en casa la historia de la humanidad y eso fue muy insoportable, pero también muy nutritivo, porque pudimos ver una escena dantesca donde todos quedamos desnudos. Y digo todos, los valientes para expresar sus ideas y los otros que patean la cabeza de alguien que está indefenso en el suelo. Pero, que quede claro, con responsabilidad absolutamente mía. A veces los artistas muestran cosas que la sociedad no quiere ver por eso los castiga. Y para sanarme sólo me sirve transitar este brutal dolor. No me sirve condenar, ni victimizarme, ni explicar, ni justificar como respuesta. Y el perdón es lo único que puede curarme a mí y creo que a todos.
Entonces ¿qué es lo que nos queda?
Detener la marcha y tomar distancia por un largo tiempo, suspender todos nuestros conciertos -incluido el Gran Rex-, porque no quisiera contribuir a más sufrimiento. Que nadie pelee más en mi nombre. Y a quienes quieran encontrarme, búsquenme en las canciones, que ahí está mi corazón.
MUJERES, poniéndome en sus zapatos vuelvo a pedir perdón desde mi auténtico ser VARÓN.
"Cada golpe da el final
de lo que hasta ahora fue estable y normal.
Al llamado de atención
le da vida un percutor
iridiscente.
Siento que te pongas mal
tu dolor es mi dolor
si algo duele, duele a todos,
pero es de humano negar
si algo tiene que cambiar
todos cerramos los ojos.
Y atravesando el miedo, está la libertad...".

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