viernes, 25 de julio de 2025

Fútbol ,sueño, pesadilla , profecía ,realidad y paradoja - Por Ricardo Fobal Pymes



 Raúl Mendoza se quedó mirando el trofeo de la Copa Argentina en la vitrina de la AFA. Había llevado a la delegación del Club Social y Deportivo Trenque Lauquen a la ceremonia de sorteo, más por protocolo que por expectativas reales. Su club nunca había pasado de octavos de final en torneos nacionales.


Pero Raúl tenía otros planes.

Había heredado la presidencia de su padre cinco años atrás, cuando el club apenas se mantenía en la Primera B Metropolitana con rifas y festivales. Lo mismo de siempre: gestión familiar, amigos en puestos clave, decisiones tomadas en el bar de la esquina entre fernet y empanadas.

El Gordo Martínez era su vicepresidente desde hacía quince años. Habían sido compañeros de banco en el secundario, se habían hecho socios del club juntos a los veinte. El Gordo conocía a cada hincha por su nombre, organizaba los asados del día del amigo, tenía llegada con los barrabravas. Pero de fútbol profesional entendía lo mismo que de astrofísica.

El Checo Herrera manejaba las inferiores con el corazón. Había sido jugador del club en los '80, conocía la idiosincrasia, tenía ojo para detectar pibes con garra. Pero sus métodos de entrenamiento eran los mismos de cuando él jugaba: mucha pasión, poca ciencia.

Roberto "Tito" Salinas era el tesorero. Un tipo honesto como pocos, que guardaba cada peso como si fuera propio, que rendía cuentas hasta del último caramelo vendido en el kiosco. Pero pensaba en centavos cuando Raúl soñaba con millones.

Eran sus hermanos de la vida. Pero no eran dirigentes de Primera División.

La revelación llegó cuando Raúl conoció a Mauricio Pellegrino en un seminario de gestión deportiva en Brasil. Pellegrino había sido gerente deportivo del Palmeiras, había armado equipos que ganaron Libertadores, manejaba presupuestos que eran el PBI de países pequeños.

—Tu club tiene potencial —le dijo después de analizar los números—. Buena ubicación, hinchada fiel, instalaciones aprovechables. Pero tu estructura dirigencial es amateur. Si querés competir en serio, necesitás profesionalizar todo.

Esa noche, en el hotel de San Pablo, Raúl no durmió. Pensó en las charlas con el Gordo sobre "mantener la esencia del club". En los métodos artesanales del Checo para formar jugadores. En la contabilidad de almacén de Tito que funcionaba para un club de barrio pero era un chiste para una institución ambiciosa.

Al mes siguiente, Raúl tenía una propuesta concreta. Pellegrino había contactado a un gerente deportivo que había trabajado en España, un director técnico de inferiores con metodología europea, un CFO que había manejado las finanzas de clubes que cotizaban en bolsa.

Querían armar una estructura profesional con él como presidente ejecutivo.

La reunión de Comisión Directiva fue la más tensa en la historia del club. Se juntaron en el salón de siempre, con las mismas sillas desparejas de siempre, bajo el retrato del fundador que los miraba desde 1923.

—Tengo una propuesta para cambiar la estructura del club —empezó Raúl, y ya sabía que las palabras que siguieran cambiarían todo para siempre—. Necesitamos profesionalizar la gestión si queremos crecer.

El silencio fue denso como el humo de los asados de los domingos. El Gordo dejó el mate sobre la mesa. El Checo se recostó en la silla con los brazos cruzados. Tito siguió anotando números en su cuaderno, como si no hubiera escuchado.

—¿Nos estás echando? —preguntó finalmente el Gordo.

—No los estoy echando. Les estoy proponiendo que evolucionemos. Que seamos un club del siglo XXI.

—¿Y nosotros qué sabemos del siglo XXI? —respondió el Checo—. Nosotros sabemos de este club, de esta gente, de este barrio.

Era cierto y dolía. Tito cerró su cuaderno y habló por primera vez:

—Raúl, yo crié a mis hijos con el sueldo que me paga este club. El Gordo conoce a cada socio por su nombre. El Checo formó a la mayoría de los pibes que están en Primera División. ¿Eso no vale nada?

—Vale todo. Pero no alcanza para ser campeones.

La votación fue 8 a 3. Los nuevos profesionales asumieron al mes siguiente.

Dos años después, Raúl estaba en el palco del estadio más moderno de Sudamérica, inaugurado con la plata de inversores internacionales que habían comprado el 40% del club. A su lado, Pellegrino analizaba estadísticas en una tablet mientras hablaba por auricular con el cuerpo técnico.

Todo era perfecto. Profesional. Eficiente.

El equipo había ascendido a Primera, había clasificado a la Copa Sudamericana, los jugadores se vendían al exterior por cifras récord. Los medios especializados hablaban del "modelo Trenque Lauquen" como ejemplo de gestión moderna.

Durante los entretiempos, mientras los nuevos dirigentes revisaban métricas de performance y KPIs de engagement, Raúl pensaba en el viejo salón de Comisión Directiva. En las discusiones eternas del Gordo sobre "mantener la mística". En los informes a mano alzada del Checo sobre los pibes de las divisiones menores. En las planillas prolijitas de Tito que sumaban y restaban con lápiz y goma.

El club ganó su primer título en 40 años: la Copa Argentina. Raúl levantó la copa en el Monumental mientras 15.000 hinchas cantaban su nombre desde la popular.

Era el éxito que siempre había soñado.

Pero cuando bajó del micro que recorrió el barrio con la copa, mientras saludaba desde el balcón de la sede a una multitud que gritaba "¡Presidente! ¡Presidente!", buscó instintivamente entre la gente las caras de sus viejos compañeros de Comisión Directiva.

No estaban. Sabía que no estarían.

El Gordo había puesto un kiosco cerca de la cancha y miraba los partidos desde la tribuna, como un hincha más. El Checo dirigía un club de la C, formando pibes con los mismos métodos de siempre. Tito trabajaba de contador en un estudio, llevando libros de otros clubes de barrio.

Esa noche, en su nueva oficina con vista panorámica al estadio, Raúl se quedó mirando una foto de la primera Comisión Directiva que había presidido. Él en el medio, flanqueado por el Gordo, el Checo y Tito, todos sonriendo después de haber salvado al club del descenso a la C.

Su asistente ejecutiva le recordó que tenía una videoconferencia con inversores de Miami.

Raúl guardó la foto en el cajón del escritorio, junto con las viejas actas escritas a máquina y la llave del salón de Comisión Directiva que ahora era un museo.

El campeonato, descubrió, también se puede medir por lo que sacrificás para conseguirlo

jueves, 24 de julio de 2025

Presos del amor azul oro , contrabando de favores ,conformismo amistoso , sistema de compensaciones , sinergia técnico hinchas y ceguera de amor- Por Armando Comodoro Supiera



 Las prioridades en boca son ganar todo lo que se juega, para eso hay que tomar decisiones ingratas con personas que tuvieron la mejor predisposición para con Boca o que a la vez debemos algún favor , el sistema de compensaciones no es efectivo,  porque se trata de un bien mayor el que buscamos , que Boca gane esta conectado con las emociones y el bienestar emocional de millones de personas , lo político nacional esta al margen de todo esto , nadie tiene la verdad absoluta en futbol estrictamente en lo que trata del juego , dinámica de lo impensado titulaba Dante , pero si hay algo, siento se podía jactar Boca era de utilizar la sabiduría popular , la creencia de las intangibles mayorías en saber que jugador esta preparado para jugar en boca o quien lo esta haciendo bien en el presente, el hincha esta siendo desoído, y la sinergia que se produce cuando el pueblo boquense y el técnico ( y porque no dirigencia)  están en sintonía es lo que nos llevara otra vez a la gloria , el conjunto de las emociones del pueblo y las decisiones del técnico nos llevaran a buen puerto. Pero en Boca no se toman decisiones de sentido común si no todo lo contrario pareciera que estamos en una constante tempestad controlada por el Heroe mas grande que mas feliz nos hizo ante quien no podemos reprochar nada porque nos dio quizás nuestros días más felices , este amor que nos enceguece también lo enceguece a él , no puede despojarse del amor que recibe y da , para tomar decisiones antipáticas para con sus tan amados futbolistas , decisiones que les romperían justamente el corazón , no se si esta energía contagia todo a su alrededor pero estamos atrapados en un mundo de susceptibilidades que supongo también se extiende hasta los negocios de Boca que también se han visto envueltos en controversia sobre todo los traspasos de jugadores. Ya no hay tristeza o golpe futbolístico que nos lleve a un cambio de rumbo, eso asusta a todo hincha porque es un abismo que no estamos dispuestos a vivir. Puede que en estos meses pasen cosas que reviertan toda opinión volcada por periodistas ,cronistas o sinceros hinchas desbordados por la sensación de agobio que produce ver a Boca desempeñarse tan mal en cancha y conseguir resultados que humillan y avergüenzan. La posibilidad de ver que la situación cambie es una esperanza que nunca se pierde y espero jamás perder. Porque la pasión que mueve lo boquense es inconmensurable. 

Escribir quizá sea el ultimo manotazo de ahogado que me queda para tratar de hacer algo por esto que amo , es ridículo pero cuando la desesperación es grande somos capaces de hacer cosas impensadas por tratar de revertir el destino. Como todo rapto de elocuencia me quedo corto en tratar de explicar lo que me produce y el análisis de la realidad de lo que sucede en Boca. Pero en este texto que quedara sepultado en un blog , este mi desahogo boquense. 

lunes, 7 de julio de 2025

¿Y si Pasteur tenía razón?



 Por IPV

Louis Pasteur, en pleno siglo XIX, desmontó una de las creencias más persistentes de la historia: la generación espontánea. Con una botella de cuello de cisne y un experimento impecable, demostró que la vida no surge de la nada. Siempre proviene de otra vida. Una conclusión científica… y también filosófica.

Sin embargo, vivimos en una época donde esa vieja idea parece haberse reciclado —no en la biología, sino en el arte, la música y la economía. La noción de que algo valioso puede brotar sin origen, sin estructura, sin causa previa, vuelve a circular con entusiasmo casi místico.

En el arte, por ejemplo, se celebra la improvisación pura, el gesto instantáneo, el automatismo. Desde los dadaístas hasta los performers contemporáneos, muchos sostienen que el acto creativo no necesita fundamentos ni técnica: basta con el impulso. Como si un poema pudiera surgir como antes se creía que aparecían los gusanos del barro: por arte de magia.

En la música, el culto a la improvisación absoluta también plantea que la obra puede surgir en el mismo momento de ejecutarse, sin partitura ni planificación. John Cage lo llevó al extremo con su famoso 4’33”, una pieza de silencio donde supuestamente “todo sonido es música”. Pero, ¿es eso realmente espontáneo? ¿O hay estructuras invisibles, lenguajes heredados y decisiones silenciosas que operan detrás de cada silencio?

Incluso en economía, algunas corrientes como el liberalismo clásico o el anarcocapitalismo insisten en que el mercado se autorregula, que el orden social emerge solo, sin planificación. Hayek hablaba del “orden espontáneo” como si la riqueza y la organización fueran una propiedad mágica del intercambio libre. Otra forma, acaso más sofisticada, de generación espontánea.

Pero esa idea —por más seductora que parezca— olvida que todo lo complejo requiere una causa. Nada valioso nace sin un contexto, una historia, un lenguaje, una energía previa. La música improvisada necesita un oído entrenado. El mercado solo existe porque hay infraestructura, leyes, moneda y trabajo. El arte libre no flota en el vacío: brota de una cultura que lo contiene, lo sostiene, lo entiende.

Entonces, ¿y si Pasteur tenía razón? ¿Y si creer en la generación espontánea fuera, hoy, una forma moderna de ingenuidad?

Tal vez sea tiempo de mirar con más sospecha esa adoración contemporánea de lo instantáneo, lo caótico y lo mágico. Tal vez sea hora de volver a preguntarnos: ¿de dónde nace lo que valoramos?