(El Pianista (Roman Polanski)
Christian Grenier nació en París (Francia), el 26 de Junio de 1945.
Fue profesor de Literatura en un colegio de las cercanías de París, y después trabajó en el mundo editorial. Ha colaborado en prensa y escrito guiones de historietas y dibujos animados para televisión. En 1990, abandonó su trabajo para dedicarse a escribir por completo.
Debate en torno de un piano
Durante toda la semana estuve al acecho de la eventual presencia de Daniel en el banco de la plazoleta. Pero no lo he visto.Sin duda, nuestros horarios no coinciden.
Daniel tenía razón: el concierto al que asistí estaba anunciado en Telerama. El sábado a la noche, Oma vino a ver Jalna. Aproveché para apoderarme de la gran radio del salón y me encerré con ella en mi dormitorio. Estaba preocupada, ¿ iban a transmitir el concierto? En efecto, la duración del concierto había sido mucho mayor de lo que el programa anunciaba. Además, el solista no era Riccorini.
Por las dudas, había comprado dos casetes. Y puse el primero a grabar en cuanto el presentador anunció: ´´ Presentamos aquí, en diferido, el concierto interpretado en la sala Pleyel, el último sábado 1 de octubre. Debido a una indisposición de Amado Riccorini, el solista de esta noche será...´´
Gané. Me enteré de una vez de todo lo que me faltaba: el nombre del pianista sin rostro, Paul Niemand, y el título de las obras que había escuchado: Gaspard de la noche y Miroirs de Maurice Ravel, la Marcha Fúnebre de Liszt y, en el bis, la Sonata en Si bemol mayor, de Schubert.
Seguí el concierto, mi concierto. ¡Por poco no pretendía reconocer mis propios aplausos entre los del público.Pero dos horas y medias más tarde, me quedé nuevamente frustrada. Si volvía a encontrarme con la interpretación. de Schubert , lo que faltaba era el ambiente de la sala y la presencia del misterioso solista.
Al día siguiente, me reuní con Mutti bastante temprano en la cocina para el desayuno.
En casa, el domingo a la mañana ha sido siempre un momento privilegiado; el de los acuerdos, las confidencias, los proyectos, las grandes decisiones. Mutti, y yo podemos pasarnos dos horas hablando, peleándonos también a veces. Pero es necesario. Hay que descargarse, una vez por semana, para respirar mejor. El problema es que , desde hace uno o dos años, me levanto cada vez más tarde.
Aquella mañana, hice un esfuerzo. Quería dar un gran golpe.Lancé:
-Mutti,algo ha cambiado en mi vida.
Estaba levantando la mesa. Me preguntó en tono burlón, sin darse vuelta:
¿Como se llama?
Me reí de buena gana:
-No,Mutti. No es un chico.Es la música.
¿Seguro? ! Yo, sin embargo, creo que ese pianista te ha embrujado!
-Oye, Mutti, es en serio. Me gustaría... me gustaría poder escuchar música. Con un equipo de mejor calidad que la gran radio del salón.
-Muy bien, es una idea para el regalo de Navidad. ¿ Era eso lo querías sugerirme?
-Es más complicado que eso. Me gustaría...
Me tiré a la pileta:
-¿Sería posible que tuviéramos un piano?
Mutti se había vuelto a sentar enfrente de mí. Empalidecía segundo tras segundo.
-¿Un piano? ¡Mi Dios! ¿ Pero dónde piensas meterlo?
Es verdad que el departamento no es grande. Florent y yo tenemos cada uno su cuarto. A Mutti le parece importante. En cuanto a ella, arregló la mitad de la sala de estar en una especie de monoambiente donde trabaja y duerme.
-No sé.En mi cuarto. O en el vestíbulo, en lugar de la cómoda.
Suspiró.Mala señal.
¿Pero por qué un piano, Jeanne? ¿Acaso no estás pensando en aprender a tocar el piano ahora?
¿Por qué no?
¿Quieres razones? Hay mil. Cuando uno desea aprender en serio a tocar un instrumento, Jeanne, no empieza a los quince años. Además, lleva mucho, mucho tiempo.En segundo año, tienes otras cosas que hacer. Y será aún peor el año que viene, créeme. Ese instrumento se convertirá en una especie de juguete enorme y lujoso del que te cansarás muy rápidamente. Dentro de seis meses, tendremos que sacárnoslo de encima. Oye, Jeanne, a tu edad, no vas a tener caprichos como los de tu hermano,¿no?
Florent, desde hace dos años, acumula antojos. Un día declara que que quiere ser analista de sistemas y reclama una computadora a los grito. Tres días más tarde, un amigo le presta una super bicicleta y descubre su vocación de campeón de ciclismo. En este momento, está mas bien enganchado con la electrónica.
- Y además, un piano cuesta caro- concluyó Mutti.
En casa, el dinero constituye el argumento definitivo: el que Mutti usa en caso de último recurso. Sé que somos cuatro personas viviendo con su sueldo docente ( la pensión que recibe Oma ni siquiera alcanza para pagar los gastos de su pequeño departamento). Tuve el mal gusto de insistir:
-¿ Incluso un piano común? ¿ Un piano de segunda mano? Recuerda lo que me dijiste un día: ´´Nada cuesta realmente caro. En la vida, sólo se trata de elección y de sacrificio´´. Bueno, si elijo un piano...
-Justamente. Un equipo de música, un piano, tiempo, son demasiadas cosas a la vez , Jeanne. Demasiadas. Realmente, demasiadas. Sé que estuve mal.Sé que le hice mal. Pero mi reacción estaba a la altura de mi decepción. Con cara de quien no quiere la cosa, untando una galletita manteca, murmuré:
-Antes, teníamos un piano de cola...
Mutti quedó demudada.Su mirada se perdió en el vacío y se encontro con un pasado que se niega a afrontar. Muy rápidamente se recuperó y se encogió de hombros.
-Ni siquiera te acuerdas. No tenías cuatro años.
-¡Me acuerdo perfectamente!
-No. Cultivas el recuerdo de lo que te he contado. - ¿ Qué recuerdos? ¡ Tú no tienes recuerdos, Muttti! Conozco bien ese ligero temblor de su garganta y esa súbita humedad de su mirada.Me arrojé hacia ella para abrazarla.
-Mutti, perdóname, soy injusta. o hubiera tenido que...
Se sonó la nariz y continuó:
-No había otra solución, Jeanne. ¿ Qué querías que hiciéramos con ese piano? Después...después del incendio de la casa de Provence, es cierto, vendí todo lo que quedaba: el piano, los grabadores, el equipo de música...pues tu padre tenía uno maravilloso, ¡imagina! Con la plata del seguro, compré este departamento en París. Al menos pagué dos terceras partes, porque todavía hoy sigo pagando un crédito...Este departamento era una oportunidad que no había que dejar pasar, porque se encontraba en el mismo edificio que nuestro monoambiente, que hoy ocupa Oma. Nunca hubiera podido seguir viviendo en el sur. Tenía que asegurar tu futuro , el de Florent... ¿ Cómo puedes reprocharme hoy que haya vendido ese piano de cola?
-Sabes perfectamente que no te lo reprocho. ¡ Por favor, Mutti, no te justifiques!
-Mira, Jeannne,hablaremos de todo esto un poco más adelante, ¿ de acuerdo?
Es también una costumbre de familia: postergar sin censar para después lo que no puede ser resuelto en el día mismo. Sabía bien lo que Mutti esperaba,que mi interés por la música se disipara tan rápido como había aparecido.
Se equivocaba.
Durante toda la semana estuve al acecho de la eventual presencia de Daniel en el banco de la plazoleta. Pero no lo he visto.Sin duda, nuestros horarios no coinciden.
Daniel tenía razón: el concierto al que asistí estaba anunciado en Telerama. El sábado a la noche, Oma vino a ver Jalna. Aproveché para apoderarme de la gran radio del salón y me encerré con ella en mi dormitorio. Estaba preocupada, ¿ iban a transmitir el concierto? En efecto, la duración del concierto había sido mucho mayor de lo que el programa anunciaba. Además, el solista no era Riccorini.
Por las dudas, había comprado dos casetes. Y puse el primero a grabar en cuanto el presentador anunció: ´´ Presentamos aquí, en diferido, el concierto interpretado en la sala Pleyel, el último sábado 1 de octubre. Debido a una indisposición de Amado Riccorini, el solista de esta noche será...´´
Gané. Me enteré de una vez de todo lo que me faltaba: el nombre del pianista sin rostro, Paul Niemand, y el título de las obras que había escuchado: Gaspard de la noche y Miroirs de Maurice Ravel, la Marcha Fúnebre de Liszt y, en el bis, la Sonata en Si bemol mayor, de Schubert.
Seguí el concierto, mi concierto. ¡Por poco no pretendía reconocer mis propios aplausos entre los del público.Pero dos horas y medias más tarde, me quedé nuevamente frustrada. Si volvía a encontrarme con la interpretación. de Schubert , lo que faltaba era el ambiente de la sala y la presencia del misterioso solista.
Al día siguiente, me reuní con Mutti bastante temprano en la cocina para el desayuno.
En casa, el domingo a la mañana ha sido siempre un momento privilegiado; el de los acuerdos, las confidencias, los proyectos, las grandes decisiones. Mutti, y yo podemos pasarnos dos horas hablando, peleándonos también a veces. Pero es necesario. Hay que descargarse, una vez por semana, para respirar mejor. El problema es que , desde hace uno o dos años, me levanto cada vez más tarde.
Aquella mañana, hice un esfuerzo. Quería dar un gran golpe.Lancé:
-Mutti,algo ha cambiado en mi vida.
Estaba levantando la mesa. Me preguntó en tono burlón, sin darse vuelta:
¿Como se llama?
Me reí de buena gana:
-No,Mutti. No es un chico.Es la música.
¿Seguro? ! Yo, sin embargo, creo que ese pianista te ha embrujado!
-Oye, Mutti, es en serio. Me gustaría... me gustaría poder escuchar música. Con un equipo de mejor calidad que la gran radio del salón.
-Muy bien, es una idea para el regalo de Navidad. ¿ Era eso lo querías sugerirme?
-Es más complicado que eso. Me gustaría...
Me tiré a la pileta:
-¿Sería posible que tuviéramos un piano?
Mutti se había vuelto a sentar enfrente de mí. Empalidecía segundo tras segundo.
-¿Un piano? ¡Mi Dios! ¿ Pero dónde piensas meterlo?
Es verdad que el departamento no es grande. Florent y yo tenemos cada uno su cuarto. A Mutti le parece importante. En cuanto a ella, arregló la mitad de la sala de estar en una especie de monoambiente donde trabaja y duerme.
-No sé.En mi cuarto. O en el vestíbulo, en lugar de la cómoda.
Suspiró.Mala señal.
¿Pero por qué un piano, Jeanne? ¿Acaso no estás pensando en aprender a tocar el piano ahora?
¿Por qué no?
¿Quieres razones? Hay mil. Cuando uno desea aprender en serio a tocar un instrumento, Jeanne, no empieza a los quince años. Además, lleva mucho, mucho tiempo.En segundo año, tienes otras cosas que hacer. Y será aún peor el año que viene, créeme. Ese instrumento se convertirá en una especie de juguete enorme y lujoso del que te cansarás muy rápidamente. Dentro de seis meses, tendremos que sacárnoslo de encima. Oye, Jeanne, a tu edad, no vas a tener caprichos como los de tu hermano,¿no?
Florent, desde hace dos años, acumula antojos. Un día declara que que quiere ser analista de sistemas y reclama una computadora a los grito. Tres días más tarde, un amigo le presta una super bicicleta y descubre su vocación de campeón de ciclismo. En este momento, está mas bien enganchado con la electrónica.
- Y además, un piano cuesta caro- concluyó Mutti.
En casa, el dinero constituye el argumento definitivo: el que Mutti usa en caso de último recurso. Sé que somos cuatro personas viviendo con su sueldo docente ( la pensión que recibe Oma ni siquiera alcanza para pagar los gastos de su pequeño departamento). Tuve el mal gusto de insistir:
-¿ Incluso un piano común? ¿ Un piano de segunda mano? Recuerda lo que me dijiste un día: ´´Nada cuesta realmente caro. En la vida, sólo se trata de elección y de sacrificio´´. Bueno, si elijo un piano...
-Justamente. Un equipo de música, un piano, tiempo, son demasiadas cosas a la vez , Jeanne. Demasiadas. Realmente, demasiadas. Sé que estuve mal.Sé que le hice mal. Pero mi reacción estaba a la altura de mi decepción. Con cara de quien no quiere la cosa, untando una galletita manteca, murmuré:
-Antes, teníamos un piano de cola...
Mutti quedó demudada.Su mirada se perdió en el vacío y se encontro con un pasado que se niega a afrontar. Muy rápidamente se recuperó y se encogió de hombros.
-Ni siquiera te acuerdas. No tenías cuatro años.
-¡Me acuerdo perfectamente!
-No. Cultivas el recuerdo de lo que te he contado. - ¿ Qué recuerdos? ¡ Tú no tienes recuerdos, Muttti! Conozco bien ese ligero temblor de su garganta y esa súbita humedad de su mirada.Me arrojé hacia ella para abrazarla.
-Mutti, perdóname, soy injusta. o hubiera tenido que...
Se sonó la nariz y continuó:
-No había otra solución, Jeanne. ¿ Qué querías que hiciéramos con ese piano? Después...después del incendio de la casa de Provence, es cierto, vendí todo lo que quedaba: el piano, los grabadores, el equipo de música...pues tu padre tenía uno maravilloso, ¡imagina! Con la plata del seguro, compré este departamento en París. Al menos pagué dos terceras partes, porque todavía hoy sigo pagando un crédito...Este departamento era una oportunidad que no había que dejar pasar, porque se encontraba en el mismo edificio que nuestro monoambiente, que hoy ocupa Oma. Nunca hubiera podido seguir viviendo en el sur. Tenía que asegurar tu futuro , el de Florent... ¿ Cómo puedes reprocharme hoy que haya vendido ese piano de cola?
-Sabes perfectamente que no te lo reprocho. ¡ Por favor, Mutti, no te justifiques!
-Mira, Jeannne,hablaremos de todo esto un poco más adelante, ¿ de acuerdo?
Es también una costumbre de familia: postergar sin censar para después lo que no puede ser resuelto en el día mismo. Sabía bien lo que Mutti esperaba,que mi interés por la música se disipara tan rápido como había aparecido.
Se equivocaba.
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